El actual entorno que estamos viviendo como sociedad, nos empuja a construir una nueva ecuación, que permita navegar entornos inciertos, turbulentos, complejos y ambiguos. Esto pone a las organizaciones el desafío de considerar la operación en dos dimensiones:
La primera involucra mantener un pie firme en el presente, definiendo a la agilidad como el activo principal de equipos y organizaciones para pivotear rápido, sobrevivir y salir adelante en este escenario. Las claves están en una impecable ejecución, el abrazar la experimentación y comenzar a mapear las señales que el entorno nos entrega.
La segunda dimensión implica comenzar a imaginar el futuro, la siguiente normalidad. Una nueva realidad donde el negocio ya no sigue las reglas del pasado. Es necesario activar las capacidades organizacionales de generar perspectiva, una visión movilizadora, identificar y construir escenarios de futuro y ponerlos al servicio del presente.
¿Qué elementos y/o palancas debemos tener en cuenta para imaginar dicho futuro?
El diseño de futuros no es un evento, sino un proceso. Uno donde las organizaciones construyen el músculo que les permite visualizar potenciales caminos, establecer un curso y ejecutarlo.
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